miércoles, abril 15, 2009

Elegí


Pienso mucho en mi. En lo que me pasa, cómo me pasa, en cómo llego a esos lugares que me hacen sentir extraño.
Cómo termino solo en una habitación que no conozco, semi-drogado, sin saber el día y la hora, en una casa donde claramente no vivo.
Y en todo ese contexto, tengo el agrado de pensar en mi y en mi próximo destino.
Sin pensar en facultad, trabajo, préstamos, casamiento, préstamos, casa, perro, gato, 4x4, cuotas, luz, gas, teléfono y expensas; nada de todo lo que ya debería haber pensado en estos 33 años pateando este mundo.
Elegí divertirme.
Y es que es solo así como puedo llevar esta vida, no la entiendo de otra manera. No veo por qué engañarme, sufrir, esforzarme, si nadie va a darme más por eso...
Lo amargo, lo duro, eso llega sólo, sin pedir permiso. Es lo inevitable lo que condena a nuestra tristeza.

Una de cal y una de arena

Estaba a punto de levantarme del inodoro, y ahí nomás me sentí muy solo.
No se si porque nadie más que yo era el responsable de reponer el papel, o porque tendría que ir con el culo al aire hasta la alacena a buscar el que se había acabado la vez anterior que entré.
Fue como un reflejo de mis últimos dos años: solo en casa y libre para hacer lo que quiera. Como una de cal y una de arena. Y nunca aprendí cuál era cuál.
Y pensé: eso mismo me llevaba a mi manera tan fugaz de amar y olvidar.
No estar preparado para amar es una falsa acusación, principalmente de quienes creen que su amor de receta de abuela hará su felicidad.
La realidad es que estoy preparado para amar, pero amar de verdad, sin restricciones, abriéndome a la mitad y dando hasta mis tripas... y fugazmente olvido un amor, si no veo en otros ojos una mirada de ese amor verdadero.