Estaba a punto de levantarme del inodoro, y ahí nomás me sentí muy solo.
No se si porque nadie más que yo era el responsable de reponer el papel, o porque tendría que ir con el culo al aire hasta la alacena a buscar el que se había acabado la vez anterior que entré.
Fue como un reflejo de mis últimos dos años: solo en casa y libre para hacer lo que quiera. Como una de cal y una de arena. Y nunca aprendí cuál era cuál.
Y pensé: eso mismo me llevaba a mi manera tan fugaz de amar y olvidar.
No estar preparado para amar es una falsa acusación, principalmente de quienes creen que su amor de receta de abuela hará su felicidad.
La realidad es que estoy preparado para amar, pero amar de verdad, sin restricciones, abriéndome a la mitad y dando hasta mis tripas... y fugazmente olvido un amor, si no veo en otros ojos una mirada de ese amor verdadero.
miércoles, abril 15, 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario